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Petroglifos en Güera

El día 22 de febrero de 2017, realicé una visita hacia el pueblo de Güera, cerca de La Llana, distrito de Tonosí. Conversé yo con el Sr. Chelo, oriundo de Santa Isabel pero establecido allí con su esposa Francisca e hijos. A sus tantos años, recuerda a la perfección todas sus vivencias, incluso lo que aprendió en la escuela. Mencionó cierta piedra cerca de su casa; una muy grande, pero no era su tamaño lo que nos atañe, sino sus diseños geométricos y zoomorfos grabados sobre la superficie de aquella antigua peña.

Chelito me guió hasta la ubicación de la estela, mientras que exponía todos sus conocimientos sobre cierta cultura indígena que, hace mucho tiempo, ocupó aquellas fértiles tierras.

-Ellos eran muy inteligentes. Ellos cuando se moría uno de la familia, si eran cinco o seis, se moría uno de ellos; hacían un hueco grande y se metían todos. Decían que si se moría iba para un viaje largo, seguro si el que se muere no vuelve.-relataba mientras yo observaba aquellos pastos dorados por el sol, desde la colina donde  se encontraba la casa.

-La maestra de nosotros era de Cauca, de Colombia, pero la madre se vino con ella pequeña hacia Vista Hermosa, de Colón. A ella la mandaron a trabajar en el lugar de nosotros, en Santa Isabel de Guararé. Ella se llamaba Isabel Escobar Bethancourt-.

Describió claramente el origen de su maestra, muy inteligente, que un día les entregó seis grandes hojas con información de una tribu indígena localizada cerca del Río Güera. Los folios fueron solicitados por un amigo suyo, al cual no le pudo declinar aquel préstamo. Tiempo después, Chelito se recordó de las láminas y las pidió de vuelta pero ya era tarde: las hojas estaban en la casa de otra persona y nunca aparecieron.

-Entonces a los caballos les decían dios malo. Los españoles los tenían para correrlos a ellos y meterlos presos. Les ponían veneno en las quebradas, y caballo o persona que tomaba agua de allí moría.-También afirmó que las puntas de sus lanzas rebosaban de veneno, hinchando a todo ser vivo que se infectara de él.

Señaló que todas las mañanas los aborígenes, que vivían cerca unos de otros, salían temprano a trabajar y que aquel que no fuera - porque estaba enfermo- era consumido por los demás integrantes de la tribu. Chelito comentó que también se enterraban debajo de rocas y que, más distante de la casa, se ubicó un nicho con huesos y vasijas de barro de diferentes tamaños.

-Tres estudiantes vinieron cada uno con un gran libro. Uno de ellos se colocó frente a la roca y extendió los brazos y se dirigió a la derecha, caminando hasta que encontró otra estela más allá, río abajo-. Chelo hizo esta observación hace unos cuantos años- Vinieron para hacer una tesis que tenían que entregar en Estados Unidos-. Nunca más regresaron a Güera.

Comentarios

  1. Muy buen reportaje de corte histórico-antropológico.
    No tenía conocimiento de la existencia de dicha evidencia arqueológica.
    Gracias por compartir esta valiosa información,mi estimado exalumno.

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    Respuestas
    1. Gracias por sus comentarios, Maestro. Es una pena que yo no haya podido indagar más sobre este sitio.

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